Elige tu propio Bandersnatch
Llegamos al tercer post de esta serie sobre la ¿decadencia? de una de mis producciones favoritas, Bandersnatch.
¿Os suena esto de Bandersnatch o tal y cómo sospecho nadie se acuerda de esto?
Para refrescaros la memoria, Bandersnatch fue ese episodio especial que que iba a traer La Auténtica Interactividad™ a la ficción audiovisual (porque los videojuegos son patatas fritas), cambiando por completo lo que entendemos por cine, diluyendo la línea entre juego y película, revolucionando para siempre la industria del espectáculo, rompiendo la baraja de los contenidos bajo dema… Ah, que no… Que no pasó nada de eso.
Es un poco complicado escribir sobre Black Mirror en medio de una pandemia mundial, más aún cuando no hemos tenido tiempo de asimilar de forma racional lo mucho que este acontecimiento afectará a nuestras vidas. La realidad ha pasado como una apisonadora por encima de la ciencia ficción más agorera y en este momento parece que nadie tiene ganas de nuevos episodios, ni siquiera su creador. El año 2020 ha resultado ser en si mismo una versión de Black Mirror más terrorífica y fiel a sus orígenes de lo que fue Bandersnatch, la simpática y un tanto insulsa historia que nos llegó dos años atrás.
Bandersnatch, un experimento irrelevante.
¡Dos años! ¿a quién le importa lo que ocurrió hace dos años? Lo positivo de escribir con tanto retraso sobre un evento cultural es que una vez liberados de la dictadura de la actualidad, el tiempo nos permite ponerlo en perspectiva y valorar si efectivamente supuso una ‘revolución’ del medio audiovisual. Y la respuesta es obvia: NO. En estos dos años Netflix ha lanzado otras tres producciones interactivas similares: el reality de supervivencia You vs Wild, un episodio especial de Carmen Sandiego y el final de Unbreakable Kimmy Schmidt, aún pendiente de estreno en España. Tres producciones en dos años en un contexto donde las plataformas de streaming estrenan miles de horas material exclusivo.
Qué queréis que os diga: parece más bien una cifra anecdótica.
Lo cierto es que el calculado halo de «obra experimental» de Bandersnach nunca se correspondió con la realidad. Las novelas con una narrativa basada en las decisiones del lector en las que se inspira Brooker tienen más años que el tebeo y con la llegada de los primeros ordenadores mutaron en aventuras conversacionales interactivas a finales de los 70. De hecho a lo largo de la última década videojuegos como los The Walking Dead de Telltale o la saga Life is Strange de Dodnot nos ofrecían ficciones serializadas cuyo objetivo era crear la ilusión al espectador de que los acontecimientos se desarrollaban en función de sus decisiones.
Black Mirror se diluye en el formato interactivo
Es innegable que Charlie Brooker puso toda la carne en el asador para que Bandersnatch estuviese a la altura de los episodios más refinados de la serie. Con la holgada ayuda financiera de Netflix, técnicamente estamos ante un episodio de aspecto muy cinematográfico rodado con la maestría estética habitual de David Slade, un profesional con mucha experiencia en el género que ha rodado episodios memorables tanto de series estéticamente brillantes como Hannibal y American Gods como de la propia Black Mirror con Metalhead.
Pero los altos valores de producción y el incuestionable talento tras la cámara, contrastan con la más discutible elección del protagonista interpretado por Fionn Whitehead, un actor que me recuerda en su pose y expresividad al despistado Eric Stoltz que afortunadamente nunca vimos en Regreso al Futuro. Muy a su pesar, Whitehead tiene que lidiar con los bandazos inconexos que mueven su personaje a través de toda la red de decisiones y finales alternativos que vertebran el guion.
¿Serie interactiva o videojuego MALO?
El mayor problema de Bandersnatch es que a pesar de dotar a la producción de un armazón nostálgico y referencial que supura un amor sincero por la tecnología de los ochenta, Brooker no termina de decidirse acerca del cómo y el qué quiere contar. Inicialmente busca crear esa falsa ilusión de que el espectador tiene el control y la refleja de forma meta-referencial en el argumento (su protagonista cree estar siendo controlado por una entidad externa a su mundo). Sin embargo la ilusión se rompe desde el inicio, cuando se revela un sistema de elecciones que empujan al espectador a exprimir todos los finales y subfinales posibles. Con la ilusión rota, la cohesión del relato desaparece haciendo de Bandersnatch un ejercicio curioso, incluso digno de elogio en alguna de sus líneas argumentales, pero superficial en última instancia.
Este especial de Black Mirror se conforma con ser exactamente aquello a lo que homenajea, pero nada más. Una carísima, estilizada y aparatosa adaptación audiovisual de una novela de Elige tu Propia Aventura. No aporta absolutamente nada nuevo, ni se esfuerza en proponer un acercamiento más ambicioso y adecuado a las posibilidades interactivas del formato.
¿Me vale? Sin duda, cualquier propuesta diferente es de agradecer.
Pero a Charlie Brooker le pido mucho más que un homenaje lujoso y una campaña de marketing millonaria.