Todos cambiamos y Final Fantasy 7 también

En 1997 yo tenía 12 años. Ahora tengo 38. Todos cambiamos, por lo que si ya no soy la misma persona que hace 26 años ¿Tiene sentido exigirle a FFVII Remake fidelidad infinita al original?

Mi historia con Final Fantasy VII

todos cambiamos

 

Permitidme hablaros de un amigo de mi infancia. Se llamaba Adrián.

Adrian y yo teníamos algunas cosas en común a pesar de ser personas completamente diferentes. Los dos éramos compañeros de clase, introvertidos y serios, a ambos nos gustaban mucho las figuras de acción articuladas y los videojuegos. Y ya. En lo demás, éramos antagónicos. Pero a esas edades no era necesario mucho más que eso para hacer un amigo, quizás no uno particularmente cercano, pero amigo al fin y al cabo.

Los amigos no abundaban en mi vida. Es lo que ocurre cuando cambias seis veces de colegio hasta el bachiller y muestras cero interés por la culturilla integradora por excelencia que imperaba a principio de los noventa: el fútbol. En cada cambio de cole y de ciudad aparecían unos y se iban otros… todos ellos eran como compañeros de viaje que el destino sentaba a mi lado durante un rato, hasta que llegaba mi parada y me tocaba hacer transbordo a otro tren. 

Entre las cosas que me diferenciaban de Adrián estaba el hecho de que el sí encajaba en aquel entorno cruel que fue mi hogar durante cinco años. El era alto, deportista, gran aficionado al fútbol y llevaba toda su vida en el mismo colegio, así que portaba un halo de respetabilidad y confianza con todos esos compañeros de generación que a mi me miraban con recelo por ser diferente y venir de fuera.

 El otro elemento diferenciador era el poder adquisitivo. Recuerdo su ordenador personal, sus estanterías con infinidad de títulos de diferentes consolas, su descomunal colección de figuras articuladas… En cambio, en mi familia no es que se nadase precisamente en la abundancia. Desde 1987 a 1997 solo tuve una Nintendo Nes con dos juegos. Por eso la primera vez que Adrián me invitó a su casa a ver su nueva consola me quedé tan impresionado. Era una máquina que parecía salida de otro mundo: la Sony PlayStation

Final Fantasy VII me voló la cabeza

 Desde aquel día y durante los siguientes dos años, me pasaba con cierta regularidad por su casa para jugar a esos juegos del futuro que hacían palidecer a mi triste Nes…

 A Adrian no le gustaba el multijugador, así que estaba condenado a sentarme a su lado y verle jugar. Y me parecía bien. Sobre todo a partir del día que me enseñó aquel extraño juego llamado Final Fantasy VII. Durante varias semanas, (o quizás meses, disculpad si no soy preciso, esto pasó hace más de 20 años) subía a su piso y me sentaba a su lado en su habitación para ver como avanzaba en el juego. Un día me dijo me dijo que había llegado a la lucha final contra Sefirot. Esa tarde vimos juntos el final del juego.

 Efectivamente, mi primera experiencia con Final Fantasy VII fue, de facto, un gameplay comentado en vivo y en directo. 

 Poco después mis padres se separaron, volvimos a mudarnos y a cambiar de cole otra vez. Visité a Adrián un par de veces más, pero ya no parecía muy interesado en mantener el contacto, momento en que comprendí que hay personas que forman parte de tu vida por razones meramente contextuales, y que llegado el momento simplemente hay que dejar que se aparten con naturalidad. 

Así pues, en estos 26 años no he vuelto a saber nada más de el. 

Sí, todos cambiamos

No sabría decir cuántas veces he escuchado aquello de “La gente no cambia”.

Afortunadamente, cómo ocurre todos los tópicos, depende de la perspectiva con la que se analice su significado. Pero en líneas generales y dentro de las limitaciones establecidas por nuestro contexto social y nuestra genética, todos cambiamos. Claro que cambiamos. Lo hacemos constantemente.

Otro tópico, bastante más sobrecogedor e interesante, es aquel que dice que hoy no queda ni una sola célula en nuestro cuerpo que tenga más de diez años. Es decir, que técnicamente somos un clon interpretando un legado que se nos ha dado en forma de memorias retorcidas y reinterpretadas a conveniencia para dar sentido al relato de nuestras vidas y una programación genética en constante degradación.

Suena catastrofista, pero nada más lejos. Personalmente la considero una creencia atractiva, liberadora, que permite no sentirse encadenados al pasado, empujándonos a intentar ser mejores personas cada día sin pretender abrazar una coherencia autocomplaciente con lo que se supone que esperamos de nosotros mismos.

final fantasy vii todos cambiamos
Todos cambiamos, Aeris también

Vale, Todos cambiamos… ¿Y qué tiene que ver eso con Final Fantasy VII Remake?

Pues más de lo que crees.

Lo cierto es que por todo lo explicado más arriba, independientemente de su alucinante sistema de combate, del delicioso tratamiento de personajes o sus pequeñas asperezas en su diseño de sus mazmorras, Final Fantasy VII Remake permanece en mi memoria más que ningún otro videojuego que haya jugado en los últimos años. Ha sido una experiencia rejuvenecedora y placentera. Una enmienda a mis recuerdos realizada con un amor infinito y una inteligente autoconsciencia a la hora de manejar el monstruo de la nostalgia.

FFVII Remake es la constatación de que todos cambiamos, y el juego es plenamente consciente de ello en todas y cada una de sus decisiones que toma.

Durante las 40 horas de juego, he sentido algo parecido a estar conviviendo un par de semanas con un amigo de la infancia al que hace 20 años que no veía. Fue como reencontrarme con Adrián… pero no el Adrián de carne y hueso, sino el que permanecía guardado a buen recaudo en un rincón de mi memoria. Y finalmente he podido comprender que todos aquellos recuerdos compartidos que nos enfrentan a las personas que éramos en el pasado, deben ser, ante todo, una oportunidad para construir algo nuevo.