Hablar sobre mí a lo largo de toda una página me da pereza, pero supongo que es necesario, así que quitémonos esto de encima rápido y sigamos adelante, por favor.
Vivimos tiempos extraños.
Hoy día el autoconocimiento no se desarrolla mediante la introspección, sino mediante la exposición a los demás. Nos vendemos como un producto, proyectando una imagen parcial, usando frases manidas de marketing barato, usando fotografías sin contexto y copiando desvergonzadamente lo que hacen los demás sin tan siquiera hacer el esfuerzo de entender por qué lo hacen.
Las redes sociales son el catalizador de una competición por la relevancia que no nos lleva a ningún sitio, y al mismo tiempo estamos esclavizados por los tiempos que nos impone el capitalismo, en un proceso de aceleración infinito donde detenerse está mal visto.
Al menos existe una herramienta que nos permite pisar el freno y conectar con los demás: el relato.
A continuación voy a contarte mi relato, 100% sesgado, pero 100% mío.
Nacho Menéndez, Ignacio Menéndez Granda, «El Naxo», El Nachete, y algún que otro mote que prefiero olvidar. A lo largo de mi vida me han llamado de muchas formas. Para exponerme online elegí Nacho MG sin pensarlo demasiado. En realidad el nombre es lo de menos.
Nací en 1985, lo que en discurso de lo generacional me convierte en un millennial, de esos que se hicieron adultos al mismo tiempo el mundo se transformaba del analógico al digital. Mi cerebro se formaba al mismo tiempo que llegaba la LOGSE, se estrenaba Dragon Ball, los videojuegos se hacían mainstream y aterrizaban las televisiones privadas. Soy, por tanto, un estereotipo con patas a nivel cultural, con más agujeros de conocimiento que un queso Gruyère, aunque siempre he tratado de taparlos en la medida de lo posible.
Mis orígenes están diseminados por varios puntos del norte de España, donde no tuve tiempo de echar raíces: me pasé la infancia moviéndome de un lugar a otro… Así no era fácil hacer amigos, así que me refugié en la lectura, el arte y más adelante en el deporte.
Cómo la mayoría de mis coetáneos, aquellos que salieron al mercado laboral en el infame 2008, tuve que acostumbrarme a vivir sin perspectivas de futuro. Así que mi primera decisión de calado fue buscar un hogar: me mudé de Asturias a Barcelona, ciudad que me acogió con gran generosidad, y durante los siguientes años intenté salir adelante en el precario sector del diseño gráfico…
Spoiler: no fue bien. Tocaba mover ficha.
Me había pasado muchos años formándome en diferentes habilidades que no estaba explotando, navegando entre diseño audiovisual, comunicación online, estrategia digital y creación de contenidos. Había desarrollado un perfil todoterreno: entonces todo cobró sentido y el camino profesional empezó a despejarse.
Lo que acabo de contarte tiene mucho de verdad, pero no deja de ser un relato. Y te aseguro que la clásica estructura dramática del viaje de autosuperación siempre funciona.
Eso es lo que se me da bien: coger una serie de acontecimientos no demasiado especiales y usar todas las herramientas digitales a mi disposición para crear una narrativa que los dote de un propósito. ¿Y qué es el marketing sino comunicar y transmitir el propósito de una marca a sus clientes potenciales?
Bueno, eso en teoría, porque a parte de eso hay que dominar docenas de herramientas, controlar múltiples áreas a nivel técnico, formarse constantemente y saber aplicar diversas metodologías que no se aprenden de un día para otro.
Y precisamente por eso soy bueno en lo mío: porque le he dedicado buena parte de mi vida.
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