A finales del año pasado participé por primera vez en la ya tradicional recopilación anual de la web de contenidos culturales The Sky Was Pink de Álvaro Arbonés, en la que gente de diferentes ámbitos éramos llamados a elegir los tres dispositivos culturales más interesantes del año. Aunque quise centrarme en las series de televisión, que con casi total seguridad es el formato al que más tiempo dediqué durante 2018 (con más de 40 temporadas de series), decidí centrarme especialmente en tres elementos muy concretos de esas series. A continuación podéis leer mi selección.
1. Kim Wexler y su relación de pareja con Jimmy McGill en Better Call Saul
Hace tiempo que Better Call Saul dejó de ser una inversión conceptual de Breaking Bad para tomar su propio camino. En estos cuatro años el rebufo mediático de la serie que la precedía se ha ido apagando a la par que Vince Gilligan ha desarrollado un increíble sentido del suspense minimalista que ha alcanzado su madurez en las dos últimas temporadas. Better Call Saul es una rara avis dentro del panorama seriéfilo norteamericano, pocas producciones de la actualidad confían tanto en las pequeñas acciones cotidianas para contar una historia, dejando buena parte de los diálogos casi como un elemento de atrezo.
Probablemente el mejor ejemplo de esto es cómo se muestra la relación de pareja entre el protagonista Jimmy McGill y su fiel compañera Kim Wexler. Una dinámica que esquiva cualquier convencionalismo y elimina de la ecuación el romance, las etiquetas (el propio concepto «pareja» o «novios» brilla por su ausencia en la conversación), la dependencia y demás componentes tóxicos. Kim y Jimmy a pesar de los defectos y la vida profesional que les separan, se mantienen contra viento y marea fieles a una independencia negociada que les permite controlar su propia vida y resolver conflictos de forma autónoma, sin por ello renunciar a espacios comunes o poner en peligro el cariño y respeto que se profesan.
Por todo esto impresiona cómo Kim Wexler se ha convertido en la referencia de aquello a lo que debe aspirar un secundario femenino en la ficción de este siglo. Es la fuerza dominante y el motor de una de las dos tramas paralelas que vertebran Better Call Saul y subvierte todos los tropos de las parejas en ficción, aún sin salirse de su papel de dispositivo de soporte al protagonista, que es lo que en el fondo son todos los secundarios, no nos engañemos.
2. La revelación de la identidad de la señora del cuello torcido en The Haunting of Hill House
Tengo un problema con The Haunting of Hill House. A pesar de dejarme un más que agradable sabor de boca, apenas han pasado unos meses y ya empiezo a olvidarla. Recuerdo la ejemplar presentación de personajes, un ritmo que no tiene problema en tomarse su tiempo en contar las cosas, algún ejercicio de falso plano secuencia que por una vez tiene un sentido más allá de la mera demostración de pericia técnica y su inquebrantable compromiso y respeto hacia el género al que pertenece. Sin embargo es una producción con cierta ausencia de estilo, con una estética parcialmente destruida por una imagen casi monocromática que subyuga todo su interés narrativo a separar dos líneas temporales (los tonos cálidos del pasado, la frialdad del presente) y final tan súmamente masticado que parece difícil que deje el más mínimo poso en la memoria.
Pero hay una imagen que no puedo quitarme de la cabeza. Una secuencia de planificación sencilla pero exquisita, que condensa a la perfección toda la idea que vertebra la serie sin recurrir a una sola línea de diálogo. Un hallazgo audiovisual de enorme valor donde Mike Flanagan sale de su corrección académica habitual para filmar los mejores cuarenta y cinco segundos de su carrera. Un terrorífico viaje hacia atrás a través del tiempo que viene a explicar y dar forma con una contundencia narrativa impresionante, cómo se crea un fantasma.
3. El destino final de Ash Williams en la última secuencia de Ash vs Evil Dead
La triste cancelación de Ash vs Evil Dead ha supuesto el punto y final a un personaje que desde el primer episodio de la primera temporada jugaba a señalarnos lo extremadamente fuera de lugar que estaba en nuestro tiempo. Tan fuera de lugar que su ambiciosa reinterpretación paródica llevada más allá de lo visto en Army of Darkness nunca contó con el respaldo de la audiencia (Starz, obtenía diez veces más audiencia con su producto estrella, Outlander). Sorprende no tanto el fin de la emisión como el hecho de que haya aguantado tres gloriosas temporadas en antena, un auténtico regalo para los fans de la legendaria franquicia terror fantástico y gore cartoon que Sam Raimi crease en 1982 y que terminó convirtiendo en running gag el poco respeto ha mostrado hacia si misma y a su cronología.
Precisamente esa burla a la dependencia de un canon coherente de la que hacen gala muchas franquicias, ha tenido su reflejo en el final de la serie, un epílogo reminiscente del final original de Army of Darkness que ubica a Ash en un contexto donde por primera vez en su vida, no se siente fuera de lugar: un desierto post‐apocalíptico deudor de Mad Max con una sidekick cyborg hipersexualizada acompañándolo en sus futuras aventura. Un final de ensueño para un personaje que se había convertido en una reliquia de otra época y que solo funcionaba porque el cuñao machirulo de ego desmedido y orgulloso de su supuesta incorrección política, ya solo tiene sentido como dibujo animado autoconsciente.
2 comentarios en “Tres momentos inolvidables de la ficción televisiva en 2018”
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